28 julio 2006

1.

Avanzo sobre los perfiles rocosos
y derroto, por fin,

el miedo a mi propia sombra.


2.

El umbral más oscuro de mis entrañas
Se cierra
Me cura
Mis dioses se reconcilian
Tengo miedo del umbral desenterrado
.


3.

Si pudiera elegir el resto de mi vida, me quedaría en aquella cama para siempre.

Sin conocerte, porque aún creyando en tí, eres ajeno.

Sin hablarte, incluso; porque tu silencio es el verbo de tu mirada.

Sin tocarte pero tocándote...queriendo ser capaz de no desearte.

Negándote, negándome...mil veces no...susurrando la verdad al perderte de vista.

Relamiéndome las heridas.

Relamiéndote el eco.

27 julio 2006

Llueve.

No lo soporto más

Llueve.

y me aterra la idea de no poder hacerlo;

Llueve.

quisiera seguir, como siempre, seguir...

Sigue lloviendo

y me da miedo que esas gotas que resbalan sólo sean el reflejo de las lágrimas que empapan estas palabras.

Quiero darme la vuelta, verlas, aún siendo un reflejo; verlas, sentirlas...y resbalar con ellas por su misma superficie. Recorrer en su compañía tu rostro, reconocerte, poder alcanzarte...aún con el riesgo de evaporarte.

Cierro mis ojos queriendo ocultar así los tuyos.Sigues tu camino hacia el abismo de lo metálico, de lo caótico. Me sumerjo en el pequeño océano vertical de la habitación y llego al valle de tu nariz. Me acurruco y recuerdo que existen lugares de paz en los que los brazos dejan de serlo para convertirse en alas. Las extiendo y tus ojos, antes enterrados, suspiran...entrecortados.Los busco y sé que sonríen. Desciendo de la cuenca de tu memoria y me pierdo en el abismo de tu iris izquierdo, me inquieta el derecho. Quiero agarrarme a la sábana de tu mirada, quedarme ahí para siempre, arropada, oculta...Resbalo.No quiero partirme en más pedazos de los que ya soy puzzle.De repente, sonríes atrapándome en tus noches en vela y rescatándome de lo inevitable, perdiéndome en tus sombras.Me creí perdida en el oasis de tu soledad y tuve miedo de olvidarte para siempre. Intenté escapar, pero fueron las ráfagas de tus suspiros las que me depositaron en el umbral de tus voluntades.Entendí entonces el miedo que sienten tus palabras al ser articuladas. Leve movimiento para tan estremecedoras consecuencias...Me susurraste el eco de tus silencios. Enloquecí.Tanto como para venderme al aliento de tus deseos.

Y desperté sostenida sobre las cuerdas que sostienen las piezas de tu propia marioneta. Me articulaste a tu antojo y no me importó, es más, disfruté. Intentaste acariciarme...me dejaste escapar estremecido por el destello de una yaga.

Y me precipité al abismo de los mares más despiadados, a aquellos que por inescrutables están anegados por las fronteras de lo imposible.

Soñé que surcabas mi memoria en busca de tu recuerdo.Soñé que te ahogaba el mío.

Llovía...llueve...sigue lloviendo.Ahora son tus lágrimas las que surcan los perfiles de mi paisaje.

Despierto.No estoy.
El principio del comienzo...dicen que para abrir una puerta en la vida, antes hay que cerrar las que se dejan entreabiertas en el camino; para que así, y sólo así, el primer paso pueda ser el principio de un nuevo comienzo.

Pasar página no es fácil, decidir poner un punto y a parte en el camino muchas veces implica olvidar...y olvidar duele. Porque el olvidar mata el recuerdo, y si el recuerdo no existe, lo que se deja no vuelve a pasar por nosotros. Dar el paso hacia el precipicio del olvido es despertar de un sueño vacío, un sueño de silencios. Puede que el olvido sea un síntoma de cobardía, pero por qué no interpretarlo como un acto de valentía, se superación...de camimo...

Olvidar es contradictorio. Todo se puede olvidar, pero qué se hace con aquello que ni quiere ni es merecedor de ser olvidado. Si lo dejamos atrás, no recuperamos la memoria de lo vivido, bueno o malo. Y si al contrario, permitimos que el recuerdo nos acompañe, lo haremos siempre solapados a la sombra de un lastre.

No ayuda tampoco para el qué hacer, organizar por tipo o peso los recuerdos. Aquel que describimos como carga, generalmente procede de la frustración del mejor recuerdo vivido, de un desengaño, de una ilusión no germinada en realidad, de un abrazo añorado, de una palabra susurrada pero no articulada...del despertar.Pero al fin y al cabo vivir, llorando o riendo, vivir.

¿Es justo entonces creernos merecedores de decidir la supervivencia o no de nuestros alientos?

Malo es el lastre que frena un paso en firme; aún peor el que favorece un retoroceso. ¿Es bueno entonces aquel que aún existiendo permite el caminar?¿Aquel que existiendo obliga a cubrirnos las espaldas?¿el pasado?¿presente?¿futuro?...Imposible descifrar el tiempo verbal en el que reside el olvido. ¿Acaso existe?

Queremos caminar, a veces el ansia incluso nos lleva al tropiezo de mirar en busca del culpable de la caída.

Olvidar no es perdonar. No perdonar implica imponernos el recuerdo de lo que creemos no querer. Qué es olvidar más que la coraza con la que disfrazar el recuerdo de lo negado. Olvidar no es más que la necesidad enfermiza de recordar. Lo prescindible simplemente se evapora en la memoria; lo imprescindible, lo olvidamos para así recordarlo con más intensidad.Cuánto más intentamos olvidarnos, más fijamos lo vivido en el consciente.

Olvidar no es más que el deseo de no olvidar...