Qué tipo de alucinógeno corrompe mi cuerpo, cuál el que distorsiona mis interpretaciones, dónde el que me separa de lo tangible. Que me lo succione aquel que lo reconozca, que me extirpen este creer cegador, que me amputen esta iluminación obstinada.
Una vivencia, dos interpretaciones. Una la vivida, que a su vez desarrollará otras dos interpretaciones por compartida; y otra la que resulta de ser escuchada la primera. Cuatro en total. Las propias caballos de batalla del día a día y las ajenas, por ignoradas, abono y savia de las primeras con posibilidad de conformar un silogismo de idas y venidas entre p y q (entre las propias y las otras).
Complicado discernir entre cuál de ellas se esconde la verdad. No sería necesario el consejo si uno confiara en lo sentido o si los miedos ajenos no acabaran por distorsionarlo. La búsqueda del consejo nace de las inseguridad y el consejo lo hace desde la generosidad a través de la empatía pero evoluciona y acaba en la sobreprotección radical: todo lo inexplicable no conviene, hace daño, desechado.
Siguiente paso: empatizar con el consejo. Complicada tarea, si no bastase con analizar el origen se le suma hacerlo con lo obtenido de una traducción ajena del primero. Vivencia- interiorización- conflicto- verbalización- análisis externo- vivencia II- interiorización II- comparación con vivencia I----------------¿estamos hablando de lo mío?¿de lo mismo?¿acaso de lo tuyo?: CONFLICTO II.
Y como solución, primaria elemental: I+I=II. Dos versiones para una sola realidad despojada ya de cualquier signo de credibilidad. Toma fuerza la segunda por no ser propia, por ser más fácil asirse a terceras opiniones, y la I se aleja en tiempo y distancia hasta ese peligroso límite en el que es difícil discernir entre lo vivido y lo soñado, lo escuchado y lo adornado, lo dicho y lo imaginado. El tiempo todo lo corrompe, mucho más que la distancia. Entonces se aplica la II, generalmente como manual de uso o actitud protocolaria; evitando así actitudes consideradas suicidas por los demás evitando daños colaterales. Y la I crece en silencio, al cobijo de una ilusión fecundada por la sombra del anonimato.
Entramos en la fase dual. Siempre negada, se vive, se hace y se defiende I; mientras II es proyectada socialmente borrando de un plumazo todo aquello que ante los ojos de los demás no es más que un resquicio de la inocencia propia de otros tiempos. Resultado: CAOS: I versus II: I esfumándose mientras II toma forma ante la ausencia de sonidos que ratifiquen a I. No es fácil desprenderse de I; mucho menos agarrarse a II cuando no se cree ni en su forma ni en su fondo, apenas en su apariencia. Imposible discernir entre lo que se cree y lo que se quiere creer en ausencia de un hecho incontestable.
Sería todo tan fácil como redefinir que sí es sí y no, no. Nuevas barreras emocionales que intentando evitar dolor generan más de lo necesario, barreras que cercan el territorio, si cabe, un poco más. Refugiamos nuestra cobardía en los pilares de si digo lo que siento hago daño y si digo lo que quiero, alejo. Y a veces se necesita el "egoísmo" de decir para evitar dañar.
Luego está quien haciendo una lectura equivocada confunde sinceridad con el todo vale, el egoísmo en su más pura esencia; no es el caso.
No es fácil, posiblemente esconda cobardía o simplemente inocencia, pero opto por vivir respirando lo vivido aún a riesgo de que sus pequeñas dosis mortifiquen la ilusión.
Puede que sea cierto que cada uno tiene lo que se merece, lo que nunca dicen es que para tenerlo antes hay que saber qué nos merecemos. Mientras lo descubrimos nos afanamos en actuar conforme a lo que no nos merecemos.